lunes, 29 de noviembre de 2010

Vagón Restaurante

...



-"Para convencerte necesito invitarte a una copa. ¿Qué te parece?"- le dije. De pronto estaba muy animado, a la vez que nervioso, pero ella contestó:
-"Que no. Es muy fácil convencer a cualquiera cuando está ebrio. Si quieres te acompaño, pero no tomaré nada."-

Nos levantamos del cubículo y nos dirijimos hacia el vagón restaurante. Mientras tanto en el pasillo y entre la gente bromeábamos sobre la necesidad de alcohol de la gente para intimar o incluso sólo para hablar. Llegamos juntos a la conclusión de que todo el mundo debiera poder desinhibirse sin sustancias externas. Era absurdo.

El vagón restaurante bien podía estar construído ayer. No había espacio más frio y menos íntimo en todo el tren. Comenté entre risas que preferiría estar charlando con ella en el baño del vagón antes que allí. Lo que produjo un pequeño malentendido. Nada que no se solucionase rápidamente.
Ella tenía 19 años. Acababa de abandonar a su novio en Toulón, quien al día siguiente partía con el ejercito desde el Puerto Militar. Habían estado dos semanas de pareja idílica por la ciudad. Hasta que el chico le explicó que tendría que irse y tardaría varias semanas en volver. A lo que la joven respondió con una monumental rabieta, y enseguida cogió el tren. -"Me niego a esperarte yo sola en una ciudad donde casi no conozco a nadie. Además, no tengo tanto dinero, me iré a casa."-

Finalmente me dejó invitarla a un refresco, a lo que yo acompañé con una copa de vino.

Ella me hizo cientos de preguntas. Desde mi ciudad a mi viaje. Desde la niñez a la actualidad. Desde mi ropa a mi alma. Hablamos sobre mi guitarra y mi cámara de fotos. Me delaté al descubrir que no sabía nada, o casi nada, sobre Toulón. Comentó que era absurdo que si iba a una ciudad no me quedase al menos diez días. En Toulón estuve sólo 48 horas, y veinte de ellas dormido.
Me explicó amablemente que si conseguía convencerla para ir con ella a Le Cannet des Maures no me iba a tolerar que comprase un billete hacia ningún sitio hasta que me conociese la ciudad bien. -"La ciudad se conoce en las calles. Al amanecer. Yendo a comprar el almuerzo. Caminando al atardecer en silencio entre sus plazas y jardines. Tú de toulón sólo conoces barcos y restaurantes de segunda..."-

De pronto un sentimiento de traición como una mano gélida me arropó el corazón, y, dejando diez euros sobre la barra del vagón volé hacia mi asiento en el coche número tres. Oyendo perféctamente cómo ella iba tras de mí. -"Oye! oye, oye! Qué ha pasado?"-

Resultaba que sí, que era cierto. Tenía una extraña sensación de abandono en éste viaje. Me daba miedo salir a la calle. Me resultaba dificil saber qué hacer. Total, estaba yo solo.

Me senté en mi asiento, mirando por la escotilla aquella, llena de vaho. Y ella entró.

-"Mira, sé perfectamente cómo te sientes. Yo estoy igual. Pero resulta, que ahora sí tienes con quien compartir el momento perfecto que andas buscando. Perdóname si he sido violenta. Te imaginaba un chico de mundo. Y veo que recién acabas de salir del cascarón"- Dijo con una sonrisa tan tierna que sólo pude imitarla.
-"Vamos, déjame invitarte a la segunda copa. ¿Vale?"-

De pronto había envejecido diez años. Y me cogió de la mano con una firmeza aplastante.
Pero había abandonado algo en los minutos anteriores. Sentía que mi espalda pesaba menos. Y el tren iba más deprisa.

1 comentario:

  1. Has logrado que lea algo que tiene más de 10 líneas ! jaja que genio me gusta mucho ya lo sabes !
    Besos Señor Reig (KKK)

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