domingo, 9 de enero de 2011

...inesperádamente agradable...

Entrada dedicada a mi amiga Danae. Sin tu exigencia de lectora no habría vuelto a escribir.


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Una imagen etérea y desconcertante estaba perfilando mi subconsciente. Muchísimo ruído discordante y con una actitud alarmante llenaba de nubes tormentosas el sueño que estaba teniendo. Una luz rojiza, y muy molesta, que no podía ocultar bajo mis párpados.

Abrí los ojos.

Sus maletas no estaban, su abrigo tampoco y sólo quedaba de ella el halo de vaho que dejó su pelo en el cristal de la ventanilla. ¿Dónde estaba? La muy zorra se había largado, !después de haberme prometido un viaje en compañía de autoconocimiento y divertida exploración de un país desconocido!
Aglutinando y ordenando los últimos recuerdos sólo me acordaba de la copa que había intentado tomar en el restaurante y la rabieta infantil que le precedió y subrayó después.

Alcé la mirada y observé la estancia. Falsa alarma. Su cálida sonrisa y su abrigo de fieltro seguían allí, esperando a que me despejase para salir del tren. Era inquietante ver que de pronto me había enfadado muchísimo pensando en su abandono.
Parpadeé rápidamente y me di dos palmadas en las mejillas. Miré por la ventanilla: Fréjus, estación de tren.


Me había acompañado. Una profunda sensación de autoculpabilidad me inundó el corazón.
Chapurreé:
-"Te invito a comer... desayunar, te invito a la comida de costumbre que se tome a la hora en la que Dios sabe que nos encontramos en éste lugar. ¿Qué hora es?"-
-"Coge tus cosas, el tren tienen que dar la vuelta y el revisor casi te lincha al verte babeando"-.

Me levanté, me acerqué sonriente y le dejé marcado un beso de "buenos días" en la mejilla. Cogí rápidamente mis enseres y salí dando un brinco del coche. ¿Cómo sería Fréjus?.


Pues bien. Si a Lavapiés le concedieran mar, junto a grandes espacios verdes inundados de curiosas imágenes arquitectónicas. Masticando y aglomerando acento sureño francés. Junto a un maravilloso color carmín en sus edificios... ésto sería un esbozo abocado al fracaso de mi primera ciudad de ensueño en el viaje.
Mi acompañante, con un gesto muy grave dijo: -"Me esperaba de un español una enorme ovación por la primera visión de un lugar desconocido"-
-"Cuando algo es inesperádamente agradable lo más agradecido es quedarse sin palabras, charme."-
-"Eres indigesto cuando intentas calzar un elogio en otro idioma, ¿lo sabes?"-
-"No comments"-. Y los dos caímos en una carcajada que pareció durar toda la tarde.

Eran las tres y media, hora española. Por lo que debían ser las cuatro en Fréjus. O eso me apeteció imaginar.
Con las maletas a cuestas, y tras varios accidentes "guitarrísticos" contra tres farolas ingratas, la chica de la sonrisa eterna me lanzó literalmente en una taberna.
Me dijo que no me diría que iba a pedir, pero que seguro que con el hambre que tenía devoraría aquel bocado como si fuera el primero... o el último de mi vida.

Así fue, mientras que balbuceaba con la boca llena explicándole que me había provisto de un plan en el camino hacia el bar.
Ella reía y reía haciéndome rabiar con verdades constantes: -"¿Por qué tiendes a controlar lo incontrolable? Estás en un lugar desconocido, tus costumbres son extrañas aquí, atrévete a mirar con los ojos y deja de imaginar lo que ves con la cabeza"-

Era como charlar contra un espejo. Podría decir que me había vuelto a enamorar de ella.

Iban y venían por mi mente relámpagos del recuerdo de la conversación en el tren. Y de mis lejanas huellas por Madrid y La Península. Pero ella me miraba fíjamente, armada con esa sonrisa de medio lado... y todo desaparecía de nuevo.

Me llevó, contra mi voluntad siempre, a un precioso hostal que se situaba a cien metros en línea recta hacia el mar. Me pidió hacerle otro concierto después de la cena a la horilla del Mediterráneo.

-"No se me ocurre mejor forma de convencerme, para que te acompañe, que cantarme una canción tuya mirándo las luces del puerto de Sain-Raphaël"-
-"No habrá ninguna mejor, trato hecho".-

Las horas pasaron paseando calle abajo desde el hostal, cogidos del brazo mientras que no podía dejar de pensar que en algún momento abriría los ojos y, como todo en la vida, se habría ido sin dejar ni el halo de vaho en la ventanilla de un tren a punto de dar la vuelta a su ciudad de origen.


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Espero que te guste, Sirenita.

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lunes, 3 de enero de 2011

...Dolor de Alma...

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En realidad me había generado una oportunidad perfecta para encontrarme a mí mismo. Daba igual con quien estuviera, dónde estuviera, cómo estuviera. Yo, mi yo más arraigado a la realidad seguiría siendo el mismo. Lo único que tenía que hacer era escuchar bien dentro. Dejarme de parafernalia y huídas físicas...
¿Qué mejor marco que un viaje largo y sin final definido para tomarme el espacio y el tiempo para buscar bien, dentro de mí, lo que mi voz decía?
A ello me puse.

Durante horas estuve callado, observando. Mirando a mi acompañante. Mirando las fotos que había hecho. Mirando a los pasajeros de otros cubículos. Mirando el refresco que me tomaba. Mirando las vías. Mirando los árboles. Mirando mis manos, mis pies, mis pantalones, mis zapatos. Mirando mi reloj, mi guitarra, el techo, el suelo, las paredes, mirando los tornillos, mirando las juntas de los paneles, mirando las nubes, mirando el sol, mirando los pájaros... y escuchando. Muy adentro.
Soprendenemente sólo habían pasado unos cuarenta minutos. Y estaba agotado.
Miré a la chica muy irritado. Nada parecía haber cambiado. Es más, me sentía como un niño... que no entiende lo que ocurre... aunque sea lógico.

-"Ahora tienes prisa por encontrarte? Sinceramente... a veces eres muy infantil."-

¿Ahora tenía que esperar? ¿Tenía que conseguir la calma, el espacio, la paciencia, la actitud necesaria para conseguir algo que ya sabía que tenía que conseguir? Lo decía con tanta rotundidad... que me saturé en el momento. Me acomodé contra la ventanilla y cerré los ojos.
En unas horas llegabamos a la estación. Me quitaría de encima a ésta compañía tan pedante. ¿Por qué nunca tengo suerte con los encuentros inesperados!?

Y con un profundo dolor de alma, consternado... esperaba que al despertar todo hubiera cambiado.
Cerré los ojos tras mirarla con irritación una vez más... y me dormí.