miércoles, 10 de noviembre de 2010

Ya no se ven gaviotas.

...

Hace 27 horas que emprendí el viaje desde la habitación de mi antigua casa.
Hoy hace un día perfecto para navegar. Aun con un poco de frío el sol se contonea en el cielo como una mujer recién maquillada, las nubes dan el perfecto paisaje a un mar tranquilo con corrientes tranquilas.
El barco, ahora que lo miro... es tan antiguo que podríamos llamarlo vintage. El Capitán me explicó ayer, antes de acostarme, que era lo único que le quedaba de su familia. Al parecer era un empresario heredero.
Aunque, curiosamente, ya no tenía a nadie bajo su cargo.

Debíamos estar en un punto indeterminado entre dos islas. Antes de levantarme oí cómo el Capitán había estado hablando con alguien. Una pena, me había perdido el primer puerto por pura remolonería. Normal, anoche me costó más de lo normal conciliar el sueño. Ésta mañana la habitación olía a Pub recién abierto, entre la ceniza, el sudor y la mezcla de salitre y óxido.
Estuve escribiendo un rato. "Ya no se ven gaviotas, ¿dónde me he metido?" Parecía la única forma de espantar a los fantasmas del pasado.

Recordé a mi Padre y a mi Madre. Llevaron una vida muy dura. Una vivencia de frustración y sueños rotos por el dinero y la responsabilidad. Hasta hace poco más de un día mi experiencia parecía calcada.
Ahora parece que todo ha dado un giro brusco; hacia donde ni yo sé.
La música del camarote principal estaba puesta muy alta. Era una canción norteña. Algo así como un ritmo de cabaret mezclado con una voz ronca. Creo que era un tema de Nick Cave. Entre eso y la humareda que habían generado mis cigarros terminé durmiendome hacia las cuatro de la mañana.

En fin, ya estaba despierto. Ya no hay oscuridad aterradora. Hoy creo que atracaremos en puertos franceses. Toulon creí leer en la ruta de embarque. Es una ciudad al sur de Francia. Actualmente tiene uno de los puertos militares más grandes del país y cuenta con una economía estancada en puntos altos.
Según he podido saber resulta ser una ciudad con suerte debido a su colocación geográfica. Es gracioso, salgo de un barrio militar en Madrid, para atracar en el primer puerto militar de Francia. Espero que aquí, al menos, los militares no demuestren sus aprendizajes con los extraños. Aunque ya estoy curado en salud.

-"Nos quedan aún 25 minutos de viaje. Puede usted tomar algo de merendar tranquilamente"- Dijo sorprendiéndome por la espalda el Capitán.
-"¿25 minutos?...pero si ya puedo ver desde aquí los edificios."-
-"No se crea usted que atracar un barco es llegar y amarrar. Primero, hay que seguir la ruta marcada. Segundo, hay que contactar por radio con el puerto. Para asegurarnos que tenemos un hueco para atracar. Tercero, hemos pasado la frontera de un país. Hay todo un tramite de seguridad antes de que te dejen poner pie en tierra. Habrá traido el Pasaporte, no me gusta que la gente esté en mi barco sin la documentación obligatoria."- Era extraño, el Capitán era muy extraño. A veces parecía un pescador jubilado masticando cualquier cosa mientras hablaba. Y otras tenía pinta de un verdadero profesional especializado en burocracia y tecnicismos marítimos. Siendo lo que sea, me hace sentir seguro en aguas desconocidas.

Encendí un cigarro en popa. No me apetecía ver el skyline de otra ciudad. Ciudad significaba ancla para mí. Significaba hospedaje, trabajo, amistades, amor... cosas que habían quedado atrás en el Puerto de Barcelona. Donde, por cierto, fui en busca de todo aquello. Aunque no pude soportar la curiosidad. ¿Había emprendido un viaje, no? Había decidido vivir nuevas culturas e idiomas. Todo el mundo estaba ahora bajo mis pies. Giré la cabeza y allí estaba mi primer puerto extrangero, Toulon. A unos dos kilómetros se veía un edificio color ocre con pinta de iglesia románica. Miles de pequeñas barcas de pescadores se multiplicaban al rededor de las pasarelas. Como el nuestro habría unos cincuenta o sesenta barcos medianos de tripulantes. Y más hacia la derecha se apreciaban buques del ejército a la lejanía. En las aceras del puerto había unas farolas de aspecto romántico. Parecidas a farolillos. El olor era único. Entre alquitrán, pescado, leña y monte.

Lo había conseguido. Estaba lejos de casa.

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